El hospicio |
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Campos de Castilla (1907-1917) Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero. Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido _ya conocéis mi torpe aliño indumentario_ más recibí la flecha que me asignó Cupido, y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario. Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, pero mi verso brota de manantial sereno y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. Adoro la hermosura, y en la moderna estética corté las viejas rosas del huerto de Ronsard; mas no amo los afeites de la actual cosmética, ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar. Desdeño las romanzas de los tenores huecos y el coro de los grillos que cantan a la luna. A distinguir me paro las voces de los ecos, y escucho solamente, entre las voces, una. ¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera mi verso, como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera, no por el docto oficio del forjador preciada. Converso con el hombre que siempre va conmigo _quien habla solo espera hablar a Dios un día_ mi soliloquio es plática con ese buen amigo que me enseñó el secreto de la filantropía. Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. A mi trabajo acudo, con mi dinero pago el traje que me cubre y la mansión que habito, el pan que me alimenta y el lecho en donde yago. Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar. |
EL HOSPICIO
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¡Soria fría, Soria pura, cabeza de Extremadura, con su castillo guerrero arruinado sobre el Duero; con sus murallas roídas y su casa denegridas! ¡Muerta ciudad de señores soldados o cazadores; de portales con escudos de cien linajes hidalgos. y de famélicos galgos, de galgos flacos y agudos, que pululan por las sórdidas callejas , y a la media noche ululan, cuando graznan las cornejas! ¡Soria fría! La campana de la Audiencia da la una. Soria, ciudad castellana, ¡tan bella! bajo la luna.
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¡Colinas plateadas, |
He
vuelto a ver los álamos dorados,
¡Álamos del amor que ayer
tuvisteis |
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Al olmo viejo, hendido por el rayo
y
en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido. ¡El olmo centenario en la colina que lame el Duero! Un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento. No será, cual los álamos cantores que guardan el camino y la ribera, habitado de pardos ruiseñores. Ejército de hormigas en hilera va trepando por él, y en sus entrañas urden sus telas grises las arañas. Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta en melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta; antes que rojo en el hogar, mañana, ardas en alguna mísera caseta, al borde de un camino; antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas; antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera. Pulsa aquí para escuchar este poema recitado por Carmen Feito |
CAMINOS |
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Soñé que tú me llevabas |
Allá,
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Un criminal
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hasta la Laguna Negra, agua transparente y muda que enorme muro de piedra, donde los buitres anidan y el eco duerme, rodea; agua clara donde beben las águilas de la sierra, donde el jabalí del monte y el ciervo y el corzo abrevan; agua pura y silenciosa que copia cosas eternas; agua impasible que guarda en su seno las estrellas. ¡Padre!, gritaron; al fondo de la laguna serena cayeron, y el eco ¡padre! repitió de piedra en piedra. (La tierra de Alvargonzález) |
(Nuevas canciones (1917-1930) I Desde mi ventana , ¡campo de Baeza a la luna clara! ¡Montes de Cazorla, Aznaitín y Mágina! ¡De luna de piedra también los cachorros de Sierra Morena! II Sobre el olivar, se vio la lechuza volar y volar. Campo, campo, campo. Entre los olivos, los cortijos blancos. Y la encina negra a medio camino de Úbeda a Baeza. III Por un ventanal, entró la lechuza en la catedral. San Cristobalón la quiso espantar al ver que bebía el velón de aceite de Santa María. La Virgen habló: Déjala que beba, San Cristobalón.
IV Sobre el olivar se vio la lechuza volar y volar. A Santa María un ramito verde volando traía. ¡Campo de Baeza, soñaré contigo cuando no te vea! V Dondequiera vaya, José de Mairena lleva su guitarra. Su guitarra lleva, cuando va a caballo, a la bandolera. Y lleva el caballo con la rienda corta, la cerviz en alto.
VI ¡Pardos borriquillos de ramos cargados, entre los olivos!
VII ¡Tus sendas de cabras y sus madroñeras, Córdoba serrana!
VIII ¡La del Romancero, Córdoba la llana!... Guadalquivir hace vega, el campo relincha y brama.
IX Los olivos grises, los caminos blancos. El sol ha sorbido la color del campo y hasta tu recuerdo me lo va sacando este alma de polvo de los días malos.
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PARÁBOLAS PULSA EN CADA AUTOR PARA LEER POEMA SOBRE SUEÑOS: ROMANCE ANÓNIMO JUAN BOSCÁN FERNANDO DE HERRERA LUPERCIO ARGENSOLA G. ADOLFO BÉCQUER JOSÉ MARTÍ JUAN RAMÓN JIMÉNEZ GERARDO DIEGO ÁNGEL GONZÁLEZ
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La saeta
¡Oh,
la saeta, el cantar
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Otra
vez en la noche...Es el martillo de la fiebre en las sienes vendadas del niño. _Madre, ¡el pájaro amarillo! ¡Las mariposas negras y moradas! _Duerme, hijo mío_. Y la manta oprime la madre junto al lecho. _¡Oh, flor de fuego1 ¿quién ha de helarte, flor de sangre, dime? hay en la pobre alcoba olor de espliego; fuera, la oronda luna que blanquea cúpula y torre de la ciudad sombría. Invisible avión moscordonea. _¿Duermes, oh dulce flor del alma mía? El cristal del balcón repiquetea. _Oh, fría, fría, fría, fría! |
A Federico García Lorca
Se
le vio caminando entre fusiles, por una calle larga, salir al campo frío, aún con estrellas, de la madrugada. mataron a Federico cuando la luz asomaba. El pelotón de verdugos no osó mirarle la cara. Todos cerraron los ojos; rezaron: ¡ni Dios te salva! Muerto cayó Federico _sangre en el frente y plomo en las entrañas_ ...Que fue en Granada el crimen, sabed _¡pobre Granada!_, en su Granada.
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"¡Madrid, Madrid!
¡Que bien tu nombre suena!"
¡Madrid, Madrid! ¡Qué bien tu nombre suena, rompeolas de todas las Españas! La tierra se desgarra, el cielo truena, tú sonríes con plomo en las entrañas!
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