Cuando no sabía aún que yo vivía en unas manos, ellas pasaban sobre mi rostro y mi corazón.
Yo sentía que la noche era dulce como una leche silenciosa. Y grande.
Mucho más grande
que mi vida. Madre: era tus manos y la noche juntas. Por eso aquella oscuridad me amaba.
No lo recuerdo pero está conmigo. Donde yo existo más, en lo olvidado, están las manos y la noche. A veces, cuando mi cabeza cuelga sobre la tierra y ya no puedo más y está vacío el mundo, alguna vez, sube el olvido aún al corazón. Y me arrodillo a respirar sobre tus manos. Bajo y tú escondes mi rostro; y soy pequeño; y tus manos son grandes; y la noche viene otra vez, viene otra vez. Descanso de ser hombre, descanso de ser hombre.
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Tengo
frío junto a los manantiales. He subido hasta cansar
Hay
yerba negra en las laderas y azucenas cárdenas entre sombras, Bajo las águilas silenciosas, la inmensidad carece de significado
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No tengo miedo ni esperanza.
Desde un hotel exterior al destino, veo PULSA AQUÍ PARA ESCUCHAR AL AUTOR RECITAR ESTE POEMA
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En Bolivia y en ti y no en la muertepensamos, capitán. Hubo silenciouna noche no más. Hirvió el acero otra vez hasta el fin. Y vino el día. y todo el mundo se llamaba Ernesto.
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