LIBERTAD
Y
RESPONSABILIDAD
Usamos la
palabra libertad en muchas ocasiones:
- - "Mis
padres no me
dan libertad".
- -
"Háblame con toda libertad".
- -
"Necesito
más
libertad".
- - "Tienen
demasiada libertad".
- - "La
independencia
económica da la libertad".
- - "El
delincuente ha sido puesto en
libertad"...
Solemos considerar la libertad como la posibilidad de actuar
según la propia voluntad o las propias apetencias. Normalmente
se quiere decir con esto que nadie se opone a que actuemos del modo en
que lo hacemos. No solemos sentir como falta de libertad la
imposibilidad de andar durante horas por el fondo del mar o de pasear
entre los ríos de lava de un volcán. Es más, se
suele decir que somos libres para intentarlo y sufrir las
consecuencias.
En el
sentido
anterior, la libertad se define como algo negativo, es decir, como
ausencia de algo. Es el sentido que se deriva de frases como esta:
"puedes irte, nadie te lo impide, eres libre". Pero la libertad,
¿es nada más que eso? Muchos pensadores han sostenido lo
contrario, y definen un segundo sentido de libertad, positivo, que es
el de libertad para hacer esto o aquello.
Algunas
personas
se oponen a esta distinción argumentando: "¿No es lo
mismo que hemos dicho antes? Si nada nos lo impide, podemos escoger
libremente entre esto o aquello." Parece lo mismo a simple vista, pero,
en realidad no lo es. La libertad, en sentido positivo, es libertad de
elección. Pero no somos libres de elegir cuando no conocemos las
posibles consecuencias de aquello que elegimos. Tampoco elegimos
libremente cuando nos dejamos llevar por el miedo, la moda, las
costumbres o los caprichos en nuestras elecciones.

ACTIVIDAD 1: Discute con tu
grupo si son libres las siguientes personas y por qué: un
drogadicto, un soldado que cumple órdenes, un miembro de una
secta religiosa, un diputado sometido a disciplina de voto por su
partido político. Elaborad un informe de vuestras conclusiones
justificando vuestras respuestas.
Podemos
afirmar,
a partir de la consideración de estos dos tipos de libertad que
hemos citado, que
la libertad consiste en la combinación de la autonomía y
la responsabilidad.
Autonomía
se
refiere a la
regulación de la conducta por normas que surgen del propio
individuo. Autónomo es todo aquél que decide
conscientemente qué reglas son las que van a guiar su
comportamiento. Considerar la propia libertad como autonomía
implica, por tanto, considerarla no sólo en su sentido negativo
de falta de coacción -nadie me impone las reglas desde el
exterior-, sino también en su sentido positivo -sé lo que
hago, no me dejo
llevar por la rutina, la costumbre, el capricho, lo bien
visto o la imagen que me gustaría dar ante los demás-.
Tener
autonomía quiere decir ser capaz de hacer lo que uno cree que se
debe hacer, pero no sólo eso. También significa ser capaz
de analizar lo que creemos que debemos hacer y considerar si de verdad
debe hacerse o si nos estamos engañando. Somos autónomos
cuando somos razonables y consideramos qué debemos hacer con
todos los datos a nuestra disposición. Dicho de otro modo: somos
verdaderamente autónomos cuando usamos nuestra conciencia moral.
Precisamente
cuando hacemos esto, nos fijamos en la
conexión causal entre las acciones y los efectos que producen.
La conciencia de esa
conexión nos lleva al concepto de responsabilidad. Sólo cuando
somos libres en el sentido positivo de la palabra
-es decir, autónomos, conscientes-, nos damos cuenta de la
repercusión de nuestras acciones y podemos ser responsables.
La
responsabilidad tiene dos vertientes: podemos exigirla y
podemos tenerla.
- En el
primer sentido, la autonomía que
suponemos a lo demás seres humanos nos permite valorar sus
acciones moralmente, ya que creemos que -como humanos- tienen
conciencia y, en consecuencia, al saber lo que hacen y poder comprender
las consecuencias que provoca, son responsables de ello. Si, en cambio,
algo nos permite suponer que no están actuando consciente y
autónomamente, no solemos considerarlos responsables.
- En el
segundo
sentido, nos sentimos responsables de aquello que hemos hecho por
propia voluntad, sabiendo lo que podía pasar si lo
hacíamos. Esta es una de las causas de que el desarrollo moral
de los seres humanos corra paralelo al desarrollo de sus capacidades de
conocimiento. A medida que crecemos y somos capaces de entender como
funciona el mundo, entendemos mejor las consecuencias de nuestras
acciones y, por tanto, nos sabemos responsables de las mismas, lo
aceptemos o no.
ACTIVIDAD 2: Discute
con tu
grupo de trabajo para luego poner en común vuestras conclusiones
con el resto de la clase: ¿es menos responsable un carcelero que
tortura a los prisioneros a su cargo si lo hace cumpliendo
órdenes?
Carlos
Portillo
Fernández.
Última revisión: marzo de 2005