EL
ACTO MORAL
No tiene sentido
aplicar normas morales a las cosas que sólo
pueden suceder de una manera. No podemos decir que el fuego es
malo, sino que quema; que el agua es buena cuando riega y mala cuando
inunda, sino que nos beneficia o nos perjudica; que el hongo productor
de la penicilina es bueno y el virus del SIDA es moralmente malo, sino
que sus estructuras y funcionamiento biológicos tienen
consecuencias buenas o malas para nosotros. Es cierto que usamos estas
expresiones habitualmente, pero lo hacemos en un sentido figurado. Ni
el fuego, ni el agua, ni la penicilina, ni el virus del SIDA pueden
actuar de un modo diferente al modo en que lo hacen en cada caso
concreto. La imposibilidad de elegir modos de actuación
diferentes hace imposible valorar estos objetos desde el punto de vista
moral. Sin embargo, sabemos que los seres humanos somos capaces de
actuar de muchas formas ante cada situación y que, por eso,
nuestros actos
son valorables moralmente. ¿Es todo
lo humano valorable moralmente? Algunos autores han distinguido,
intentando ser coherentes con lo dicho en el párrafo anterior,
entre actos humanos y actos del hombre. Los actos del hombre son
aquellos que no tienen significado moral, los que no podemos elegir
-respirar, hacer la digestión y cosas por el estilo-. Los actos
humanos son aquellos que podemos o no escoger. Pues bien, actos
propiamente morales son sólo estos últimos.
ACTIVIDAD 1: Compara
las
acciones de un ladrón de joyas y una urraca (un pájaro de
la familia de los cuervos que tiene la costumbre de llevar a su nido
todos los objetos brillantes que encuentra). ¿Podemos valorarlas
de la misma manera? ¿Por qué?
Los actos morales son actos humanos,
voluntarios, que podemos
elegir realizar o no, y que podemos valorar según las
normas y criterios morales que hayamos asumido previamente. Ante la
posibilidad de elegir, el primer elemento de estos actos que se nos
muestra es la existencia de un motivo
para los mismos. El motivo es la
causa directa de la realización del acto, la respuesta a la
pregunta '¿por
qué?'. Además, este tipo de actos
tiene un fin, esto es, la
representación o anticipación
mental del resultado que se pretende alcanzar con la acción. El
fin se hallaría respondiendo a la pregunta '¿para
qué?' Pero la finalidad que se pretende conseguir con
cualquiera
de estos actos ha de conseguirse de algún modo. Cuando hablamos
de los pasos que hay que seguir necesariamente para completar el acto
moral, para conseguir el fin propuesto, estamos hablando de los medios.
Estos se hallan respondiendo a la pregunta '¿cómo?'
El
elemento que completa la estructura de los actos morales es el
resultado efectivo de los mismos, sus consecuencias.
Podemos
distinguir entre motivos conscientes y motivos inconscientes. Los
primeros los pensamos antes de que nos hagan actuar. De los segundos no
tenemos esta representación previa a la actuación: pueden
ser derivados del hábito, del capricho o de la misma
biología del ser humano, pero también pueden ser aquellos
que no nos atrevemos a reconocer ni ante nosotros mismos, y que
ocultamos tras de otros más dignos que los justifican -a veces,
por envidia o celos, atacamos a otras personas, y lo hacemos
convencidos de que éstas actúan mal y deben ser
reprendidas-. Contrariamente a lo que pudiera parecer, la inconsciencia
de los motivos no anula totalmente el carácter moral de un acto
humano.
Aunque a
veces
puedan confundirse, los motivos y los fines no son lo mismo. El fin de
una acción es la representación anticipada de sus
consecuencias, lo que se pretende conseguir con dicha acción. En
este sentido, es un elemento fundamental para la valoración
moral de la misma. Dependiendo de que la finalidad de nuestros actos,
nuestra intención, sea buena o mala, así serán
también los mismos.

ACTIVIDAD 2: Intenta establecer
los motivos y los fines por los que pudieron manifestarse millones de
personas contra la invasión de Irak por Estados Unidos en el
año 2003.
Por otra parte,
no basta con la intención. Nuestras acciones se desarrollan en
la realidad y, por tanto, dependen de la utilización de unos
medios y producen unas consecuencias. La elección de los medios
adecuados para la consecución de nuestros fines es fundamental
para la valoración moral de nuestras acciones. Podemos afirmar
que el fin no justifica los medios y, en este sentido valorar
negativamente toda acción que utilice malos medios.
ACTIVIDAD 3: Haz un breve informe
para iniciar un debate con los
argumentos que usarías para justificar tu respuesta a la
siguiente cuestión: "¿es justificable utilizar la
violencia
como medio para obtener algo?"
Las
consecuencias reales de nuestras acciones son también muy
importantes para valorarlas moralmente. Como seres con conciencia
podemos prever en gran medida estas consecuencias y, al menos, estamos
obligados a intentarlo. Por ejemplo: cuando nos excusamos por alguna
acción culpando a otra persona esto influye sobre su
reputación, cuando dejamos el grifo abierto mientras nos
cepillamos los dientes estamos tirando unos cuantos litros de agua
potable a las alcantarillas, cuando recogemos el agua del suelo del
cuarto de baño después de ducharnos evitamos que otra
persona tenga que hacerlo...
La
conciencia de
las posibles consecuencias de nuestros actos es importante para la
valoración moral de los mismos, pero la ignorancia de
éstas no siempre nos exime de toda responsabilidad. A veces es
imposible prever determinadas consecuencias de algunas acciones, pero,
en general, no sólo es posible sino que estamos obligados a
conocerlas. Por ejemplo, si una persona está tomando
medicamentos, debe informarse sobre los efectos de los mismos y sobre
los alimentos y bebidas que no puede consumir mientras los toma. La
ignorancia de esos efectos e incompatibilidades no hace que la persona
sea menos responsable de las consecuencias de ignorarlos. Sin embargo,
el camarero de un restaurante no es responsable del daño que
pueda sufrir esa misma persona por tomar algunos de esos alimentos y
bebidas incompatibles con su medicación.
ACTIVIDAD 4: Confecciona,
junto con tu grupo de trabajo, una lista de situaciones en las que
estamos obligados a conocer las posibles consecuencias de nuestros
actos, (por ejemplo: beber alcohol cuando se va a conducir).
Carlos
Portillo
Fernández.
Última revisión: marzo de 2005