NUESTROS RELATOS |
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Durante este curso escolar nuestros alumnos han leído y trabajado numerosos libros, cuentos y relatos. Partiendo de ellos han hecho resúmenes, trabajos en grupo, juegos... y además les han servido de inspiración para escribir sus propias historias.
- RELATOS DE NAVIDAD: Había una ve un niño que tenía 5 hermanos y no tenía papá, así que su mamá tenía que trabajar todo el día y Marcos, que así se llamaba el niño, tenía que cuidar de sus hermanos pequeños. Un día por la mañana se levantaron y se fueron al colegio. Cuando llegaron algo había cambiado: había llegado la Navidad. Todos los niños estaban muy contentos porque en sus casas habían puesto el Belén, el árbol de Navidad e iban a venir los Reyes Magos, pero Marcos no estaba tan contento porque su mamá no tenía mucho dinero y no tenían árbol de Navidad. La señorita, que se dio cuenta, decidió darle una sorpresa; se lo contó a los demás niños y entre todos decidieron regalarle un árbol de Navidad. La maestra trajo el árbol y cada niño trajo adornos y cintas para el árbol. Cuando Marcos se iba a ir a casa con sus hermanos sus amiguitos lo llamaron y entonces vio el árbol de Navidad más bonito del mundo. Sus hermanos y él se pusieron muy contentos y se lo llevaron a casa. La mamá al verlo abrazó a todos sus hijos y tuvieron una Navidad muy feliz. (Enrique Molina Lapeña)
CUENTO DE NAVIDAD Me pongo en la cama para descansar después de un día largo. En poco tiempo empiezo a soñar. Mi sueño me lleva muy largo, a la casa de allá, de mi tierra. Es la Nochebuena. La tierra está blanca, con nieve. Los niños cantan a las puertas. Un viejo pequeño con ropas de color rojo y una barba blanca toca en mi puerta. El árbol de Navidad tiene guirnaldas y mil pilotitos de muchos colores. El viejo deja su bolsa con muchos regalos pero... me desperté, pensando que estoy muy largo de allí, esperando la Navidad en España que también será especial. ¡Qué sueño más bonito! (Marius Rusu) UN SUEÑO DE NAVIDAD Había una vez una niña llamada Claudia. Era una niña pobre y huérfana que no tenía nada para comer. Buscaba comida por todos lados: en los contenedores, en la parte trasera de los restaurantes, en los desperdicios de los mercados... Así durante meses y meses. Llegó la Navidad pero Claudia no la podía disfrutar como todos los niños de su pueblo. El día de Nochebuena, todas las familias cenaban pavo, langostinos, turrón, mazapán y muchas cosas más, cantaban villancicos y disfrutaban con sus seres más queridos. Pero Claudia no, ella si cenaba algo era una raspa de pescado o un poco de pan duro. Por la noche, cuando todo el mundo dormía, se dirigió a su rincón para intentar dormir pero no pudo, empezó a sentir una gran congoja, un llanto interior sin soltar lágrimas. Ella todos los días soñaba y deseaba de todo corazón tener una familia de verdad, poder abrazar a su mamá y a su papá con mucha fuerza, poder abrir los regalos de Papá Noel junto a ellos. De pronto, una luz brillante pasó por delante de la luna llena, era Papá Noel con su trineo que iba a repartir regalos entre los niños y las niñas de aquel pueblo y, claro, como todos sabemos, Papá Noel sólo reparte regalos a quienes se hayan portado bien. Claudia toda su vida fue una niña muy buena. Cuando Papá Noel terminó de repartir regalos y regresaba a su casa escuchó un suave llanto que venía de un oscuro rincón. Era Claudia. Papá Noel repasó su lista de niños buenos y allí estaba su nombre, CLAUDIA, pero no tenía apellidos. Papá Noel pensó que debía ser la niña que en su carta pedía tener una familia así que cogió su polvo mágico y lo espolvoreó cerca de la niña. Ella levantó la cabeza secándose las lágrimas y vio a una mujer y aun hombre que la tapaban con una manta suave y calentita. Minutos más tarde le preguntaron que dónde estaban sus padres y ella les contó que era huérfana y no tenía a nadie en el mundo. La pareja la abrazó y la invitó a pasar con ellos la Nochebuena. Al día siguiente decidieron que Claudia se quedaría para siempre con ellos. hicieron todos los trámites para poder adoptarla y ser su verdadera familia y al cabo del tiempo lo consiguieron. Claudia desde ese día se siente muy feliz y no para de abrazar a sus padres y de repetirles lo mucho que los quiere. Viven los tres muy felices como una verdadera familia y la tristeza ha desaparecido de los ojos de Claudia. Papa Noel ha podido por fin borrar a Claudia de su lista de regalos pendientes y se siente muy orgulloso de haberle entregado el mejor regalo de todos los que llevaba. (Raquel Fuentes)
EL PEQUEÑO SASTRE Érase una vez un pequeño sastre que vivía sólo en el bosque porque se había perdido de sus padres. Tenía una casa en un árbol con estufa de leña. Una noche escuchó un gruñido, Se acercó al ruido luchando contra la fría nieve y el hielo y lo encontró. Era un reno que estaba herido en un pino y muerto de hambre. El pequeño sastre, arrastrando al reno como pudo, lo llevó hasta su casa, lo curó, le dio de comer y lo tuvo hasta la Navidad. La noche de Navidad, la chimenea se iluminó con una gran luz y a pareció un señor gordo con una gran barba blanca. El pequeño sastre, medio asustado, preguntó quién era y el le contestó: ¡Papá Noel! . El niño se quedó perplejo y Papa Noel le preguntó si quería ir con él en su trineo. El sastre contestó: "Me gustaría, pero tengo que encontrar a mi familia". Papa Noel cogió a su reno ya curado y en agradecimiento al sastre encontró a sus padres. Cada año Papá Noel volvía a por el pequeño sastre por Navidad y juntos repartían los juguetes a todos los niños del mundo y en especial a los niños que no tienen nada porque el espíritu de la Navidad está en la felicidad de todos y de estar todos unidos ayudando en especial a los más débiles. (Maikel Martínez Cantero)
El señor Enders, el hombre más rico de la ciudad, tenía el corazón duro y jamás las desgracias de los otros le conmovían. Por lo demás, era trabajador y honrado, buen esposo y buen padre. La gente se preparaba para celebrar la Nochebuena y el señor Enders regresaba a su casa, cuya mesa ya estaría dispuesta con gran lujo, cuando, por entre la nieve fría que caía sin cesar, creyó ver una tímida lucecita bajando del cielo. ¿Sería una estrella? ¿la estrella de Belén o algo similar? No podía creerlo pero, curioso, se dirigió al lugar donde se había detenido, en los arrabales de la ciudad. Se trataba de una pobre casa, medio destruida, donde un niño acababa de nacer. Pero su nacimiento le costó la vida a su madre y en la casa faltaba de todo. Preguntó a una anciana donde se encontraba el padre del niño y supo que tres días antes había muerto en la mina donde trabajaba. Entonces el hombre rico, mirando al recién nacido, creyó ver al niño Jesús en el portal de Belén y vio que el recién nacido le sonreía de un modo especial. Su corazón acababa de sufrir un vuelco. Supo que aquel niño iba a ser suyo y desde aquel momento lo amó como a sus hijos. El señor Enders recogió al niño y le puso el nombre de Jesús y aquel pequeñín le dio la felicidad que nunca había conocido hasta entonces, más pura y más grande de lo que hubiese podido imaginar. A partir de entonces ya no dudó que una estrella le había guiado hasta el más amado de sus hijos. (Almudena Moya)
- RELATOS FANTÁSTICOS:
EL CACHORRO PERDIDO Elena es una niña alta y simpática a la que le gustan los animales. Un día cuando estaba en el parque columpiándose bajó del columpio y no sabía por qué pero el columpio no iba bien. Subió otra vez y escuchó un ruido extraño. Volvió a bajar, miro debajo y lo vio... era un cachorro de perro que se había perdido. El perro lloraba asustado. Elena lo miró a los ojos y lo cogió con cuidadito y el cachorro se tranquilizó y dejó de llorar. Cuando Elena llegó a su casa le dijo a su mamá: "Mira lo que me he encontrado en el parque, ¿nos lo podemos quedar?". Su mamá le dijo que no y le explicó que si se había perdido su dueño lo estaría buscando y debía devolverlo. Elena tuvo una idea. Puso carteles por las calles para que su dueña lo encontrara antes. Y así fue, una señora se presentó en casa de Elena para recoger a su perro pero como estaba muy agradecida dejó que Elena fuera a verlo cuando quisiera para jugar con él y los dos se hicieron muy buenos amigos. (Alexia Romero)
EL DRAGÓN Y LA PRINCESA
Érase una vez un dragón que vivía solo en un castillo. No se atrevía a salir de él por miedo alas gentes del pueblo que vivían cerca, ya que el rey pagaba una recompensa a quien lo matara. Día tras día, el dragón vagaba por los jardines de su castillo sin saber que, desde hacía algún tiempo, la princesa, hija del malvado rey, lo vigilaba desde el balcón de su alcoba. A la princesa le daba mucha pena el dragón vagando de un lado a otro, pero no se atrevía a acercarse a él , ya que corría el rumor de que el pobre dragón era muy feroz y peligroso. Una noche lluviosa y con muchos rayos y truenos, la princesa escuchó un llanto que venía el castillo del dragón. Ella no pudo resistir el impulso de bajar a ver que ocurría y se encontró a un pequeño dragón tembloroso y lloroso que estaba aterrorizado por la lluvia. La princesa sintió gran compasión por él y se lo llevó a su alcoba donde lo secó y le dio de comer. El dragón se quedó dormido y la princesa le dio un beso en la mejilla, tras lo cual el dragón se convirtió en un príncipe. Una bruja malvada le había hecho un conjuro que no se podía romper hasta que una joven le diera un beso. Desde entonces, el príncipe y la princesa viven juntos y felices. (Almudena Moya Herreros)
Un príncipe encantado había muerto hace años y la princesa junto a él. Una noche salieron de sus tumbas encarnándose en fantasmas. Aquella noche, nadie sabe lo que ocurrió, pues los más mayores cuentan que grandes destrozos ocurrieron y la muerte de un leñador. A la noche siguiente, todos se quedaron en sus casas menos una niña que fue a pasear. A la niña le clavaron un palo en el estómago. Era la hija del leñador. Parecía que perseguían a la familia del leñador, pero un forastero lo impidió, pues parecía tener la solución. Salieron con unas velas al cementerio y como los fantasmas llevaban los trajes puestos ardieron y de aquella maldición se libraron.
(Coral Rescalvo Chacón)
LA PRINCESA ELISABETH
Érase una vez una princesa que estaba atrapada en una torre en medio de un bosque por el que no pasaba casi nadie, donde la encerró uno de los encargados de su padre, el Rey Van Der Napien. La princesa, que se llamaba Elisabeth, estaba triste y tenía frío, pero nunca se rendía. Todos los días, un dragón de color rojo y dorado pasaba por allí para ver cómo estaba la princesa y llevarle comida. Un día, alguien fue a la torre y abrió la puerta. La princesa fue a ver si había alguien. era una ancianita que le llevó ropa limpia; en realidad era una bruja. Entonces transformó la torre por dentro en una casa y le preparó un té. Cuando fue a tragarlo se desmayó, la bruja la cogió y la llevó a una cueva. Cuando se despertó vio al dragón herido. Ella corrió hacia él para ver lo que le pasaba. Le dio un beso y el dragón se transformó en un príncipe. En ese momento, los encargados del Rey Van Der Napien entraron; unos cogieron a la princesa y se la llevaron al castillo para casarla con el malvado Conde Geremis Napies. Ella no lo quería porque en realidad quería a Benjamín, el dragón que se transformó en hombre. Aquella noche la princesa no pudo dormir. Al amanecer, el Rey anunció matar a Benjamín, el amado de Elisabeth. Él murió al amanecer y ella, de no poder más, se ahorcó para ir al Reino de los Celos con su amado Benjamín y así vivir felices.
(María Cantero Soria)
Érase una vez, en un castillo lejano, vivía una princesa que tenía dos mascotas: un dragón y un ogro. Al año de nacer, comenzaron a llevarse fatal: uno le pegaba al otro y se hacían bromas pesadas. Un día, el ogro le dijo al dragón que si lo perdonaba pero el dragón dijo que no porque le había gastado muchas bromas. Cuando llegó la princesa le echó de comer, el dragón se lo pensó y le dijo que lo perdonaba. Entonces comenzaron a ser amigos y gastaban bromas a otros amigos. Un día un amigo les dijo que no le gastaran más bromas pero el ogro y el dragón no le hicieron caso y empezaron a gastarle bromas más pesadas todavía. Pero otro amigo, llamado Razor, gastó una broma al ogro y al dragón y estos se enfadaron mucho y le dieron una paliza. Razor ya no se juntó más con el ogro y el dragón y los demás tampoco querían ser sus amigos. Un día fueron a contárselo a la princesa y ella les dijo que hicieran las paces con todos sus amigos, el ogro y el dragón aceptaron y desde entonces juegan juntos con todos los demás.
(Miguel Mendoza Balbaneda)
- CUENTOS ENTRE TODA LA CLASE: El sueño de Carla Carla era una niña que tenía de todo, de todo lo que una niña de diez años podía desear: muñecas que hablaban, un ordenador, una consola con miles de juegos, un tren eléctrico…, pero Carla se aburría mucho; pasaba la mayor parte del día sola porque sus padres trabajaban fuera y cuando venían estaban demasiado cansados para hacerle caso. No tenía amigos, porque estaba muchas veces enferma y sus padres habían decidido que en lugar de ir al colegio una señorita viniera a su casa para darle clase.
Un año más se acercaba la Navidad, llegaban los Reyes, pero Carla no sabía qué pedir. Su abuela, que había venido a pasar estas fechas con ellos, estaba preocupada por la actitud de Carla, que parecía no tener ilusión por nada.
Un día, la abuela habló con Carla en el jardín:
- ¿Sabes cuál fue mi mejor regalo de Reyes cuando era pequeña? - dijo la abuela. - ¿Cuál? - contestó Carla. - Un libro de cuentos - ¿Cuentos?, vaya tontería – replicó Carla – Me contaron uno una vez y era muy bobo. - ¿Uno? – preguntó la abuela - ¿Nunca has leído un cuento? - Eso son bobadas para niños tontos. - Entonces, ¿no conoces a Cenicienta, a los tres cerditos o a Caperucita? - Me suenan, pero nunca los he leído, leer es muy aburrido.
La abuela pensó que Carla necesitaba un poco de imaginación y el día de Reyes le regaló un gran libro de cuentos. Carla no disimuló su disgusto y dejó el libro apartado mientras se dedicaba a los otros juguetes, pero aquella noche Carla tuvo un sueño muy especial.
- ¡Vaya niña tonta! Mira que no gustarle nuestras historias – oyó decir a una pequeña vocecita. - Le daremos un escarmiento.
Y del libro de cuentos empezaron a salir montones de personajes: Peter Pan, la Sirenita, un dragón de siete cabezas, gnomos, hadas, princesas, brujas, piratas, etc. , entre todos cogieron a Carla y la trasladaron al País de los Cuentos.
Carla notaba una sensación extraña y estaba muy asustada. Cuando abrió los ojos se encontró en medio de una bonita pradera. Caminó y vio frente a ella una casa de caramelo y turrón. Empezó a comerse las tejas cuando se le acercaron dos niños.
- ¡No comas! ¡En esa casa vive una bruja malísima! ¿Es que no lo sabes? - No. - ¿Acaso no has leído el cuento? – le dijo la niña. – Mi hermano y yo estuvimos a punto de morir en esa casa. - Muchas gracias por avisarme – contestó Carla, y continuó caminando.
De pronto, el camino cambió y se convirtió en un sendero de baldosas amarillas. Carla lo siguió y se encontró con un espantapájaros.
- ¿Eres Dorita? – le preguntó. – Llevo mucho tiempo esperando a Dorita para que resuelva mi problema. - ¿Quién es Dorita? - preguntó Carla extrañada. - Pues la protagonista del Mago de Oz. ¿Es que no has leído el cuento? ¡Qué niña más ignorante! - ¿Y qué tiene qué hacer Dorita? - Mira, niña, no puedo perder el tiempo, si no eres Dorita ya te puedes ir, tengo muchos problemas para seguir hablando contigo.
Y Carla se marchó llena de curiosidad. ¿Quién sería aquella Dorita? ¿y cómo es que un espantapájaros habla? Continuaba sumida en sus pensamientos hasta que dos chillonas voces la hicieron reaccionar: - ¡Cenicienta! Ven aquí ahora mismo. - ¿Me llamáis a mí?, dijo Carla. - Pues claro, a quién vamos a llamar si no. - Pero, yo..no.. - ¡Venga!, no te entretengas y abróchame el collar que llegamos tarde al baile. - Pero, es que yo no soy Cenicienta. - Pues entonces, ¿qué haces aquí? - ¿Y dónde está Cenicienta? - Yo es que, no sé quién es Cenicienta. - Anda, vamos querida hermana; que esta niña tonta ni siquiera sabe quién es Cenicienta.
Un poco más adelante se encontró con un muñeco de madera; tenía una nariz muy larga y estaba llorando.
- ¿Qué te pasa? – le preguntó Carla con interés. - Soy Pinocho, supongo que no tengo que decirte nada más; todos los niños conocen mi historia. - Yo no – dijo Carla un poco avergonzada - ¿Puedo ayudarte? - No creo, porque si no conoces mi historia no puedes saber dónde está mi casa y eso es lo que necesito saber. - ¿Por qué te has ido? - Es una historia muy larga y perdería mucho tiempo contándotela; es mejor que la leas, está escrita en todos los libros de cuentos.
Carla pensó que, en el fondo, en los libros tenía que poner cosas interesantes y, por un momento, se arrepintió de no haber leído el libro que la abuela le regaló, ya que ahora, en aquel país, parecía una completa ignorante, pero ya no tenía remedio, tenía que seguir caminando por aquel sitio.
De pronto, dos cerditos gritando la arrollaron.
- ¡Corre, corre! ¡Que viene el lobo!
Carla no sabía por qué, pero corría al lado de los cerditos.
- Y, ¿adónde vamos? – preguntó Carla. - Pues a casa de nuestro hermano más listo. Él tiene una casa de ladrillos, ¿es que no te sabes nuestro cuento? - No, no conozco ningún cuento. - Pues deberías leerlos, todos, aprenderías muchas cosas. - Mi hermano tiene razón; pero ahora ¡corre, que nos coge el lobo!.
Carla y los cerditos se refugiaron e la casa de ladrillos y allí Carla vivió el final del cuento junto a los cerditos, y lo pasó estupendo cuando el lobo salió por la chimenea. Sí que eran divertidos los cuentos, me gustaría leerlos todos, pensó Carla, pero, ¿dónde estaba el libro? Carla se levantó corriendo y revolvió todos los juguetes. - ¡Por fín! Aquí está.
Desde la portada Hansel y Gretel, el espantapájaros, Pinocho y los tres cerditos parecían llamarla. Carla cogió el libro, se tumbó en la cama y se puso a leer.
Rebeca Collado (tutora) y alumnos de 4º, 5º y 6º Buenache de Alarcón
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